Sobre Pettoruti y la libertad creadora



El pintor está frente al espejo. Sus cuadros se alinean en las paredes de su buhardilla parisina en donde vive desde 1952. Él no lo sabe, pero son sus últimos años de vida. Escribe un diario. Graba su voz en una cinta magnetofónica. Registra.

Bajo el pretexto de la “libertad creadora” se buscaba un arte cómodo en función transitiva, concebido para una época en la que el hombre no se exige ni exige nada duradero, nada sobre lo cual detenerse y discurrir toda una vida”
Emilio Pettoruti, Un pintor frente al espejo. 1968. Ed. Solar/ Hachette. Pag 320.

¿A qué libertad creadora parece invocar Pettoruti? ; ¿A quién parece hablarle, -increpando casi- a un adversario inadvertido, en su autobiografía de 1968? ¿A qué arte cómodo hace referencia?
Entonces, podríamos preguntarle:

-Pero, Emilio,¿ a qué arte cómodo referís? Y ¿es la pintura un arte in-cómodo en verdad?-  Y, ¿no es efímera la pintura (y su historia) –como lo es todo-, al fin y al cabo?-

Si el hombre ya no exige lo duradero y parece sumergirse sólo en lo efímero, ¿no es inevitable que sus prácticas (y el arte) así lo sean? 

Pero hay algo más allá. ¿No es el acto artístico, la praxis del hacer, más allá de todo sujeto y de todo objeto, lo que siempre ha trascendido a la materia y así será hasta el fin de los días?




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