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Quiero decir que el arte tiene potencia micropolítica, pero tiende a estar confinada en ese campo de concentración del ejercicio de la creación. Además, hay que destituir la idea de que esta función sobre la pulsión vital es exclusiva del arte. Cada quien tiene talentos específicos para activarla.
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El arte siempre puede ser una posibilidad mundana de ascenso social. Lo que llamamos arte es una invención en occidente del siglo XVIII. La politización del arte consiste en que trabaje contra la desconexión de la experiencia subjetiva con lo vivo y ayudar a soportar la tensión de la desestabilización que produce el malestar, ese mismo malestar que está habitado por gérmenes de futuro. Soportar esa tensión es hacerle espacio a una larva que busca desplegar esa pulsión vital. Pero como el inconsciente colonial domina, no hay condiciones favorables para esa germinación. La invención del arte y de la figura del artista es la única actividad humana donde esa germinación se puede practicar, aunque solo como obra de arte y encerrada en un museo o galería.
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