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-¡Presiento la belleza! – gritaba
Y, se paraba frente a dios,
y culpaba a todos los cristos, por haber sido condecorado
con la sensibilidad y el corazón.
y culpaba a todos los cristos, por haber sido condecorado
con la sensibilidad y el corazón.
Se anteponía a las letras sagradas y preguntaba a la primera de las hojas,
sobre el sentido y la angustia, sobre la vida y la muerte.
Salvaba a los becerros, del frío de la ignorancia.
sobre el sentido y la angustia, sobre la vida y la muerte.
Salvaba a los becerros, del frío de la ignorancia.
Intentaba comprender, cómo formar parte de una
manada inconmensurable, que se arrastra
hacia los precipicios aplastantes.
manada inconmensurable, que se arrastra
hacia los precipicios aplastantes.
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