"Docedeoctubre" - Collage de papel e hilo sobre papel |
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El barco de Colón había encallado en arenas extrañas. El navío –con una tripulación numerosa sobre su cubierta- quedó pronto sin provisiones. Cristóbal, luego de trazar unos garabatos y cálculos sobre papeles, sonrió extrañamente. Apresuró su paso, dio una orden seca a algunos marineros. Se alejó del navío junto a dos tripulantes en un bote de expedición, dirigiéndose a las costas.
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Y, pisó con sus zapatos, las tierras nuevas.
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Los eclipses eran algo previsible y calculable para la ciencia europea de aquel entonces. Colón utilizó el conocimiento como una espada de buen mango: aterrorizó a los nativos al prometer que el sol se comería a la luna si no seguían sus órdenes (y, luego, la de los españoles todos). El lenguaje del cosmos fue manoseado como un garfio que se arrastra sobre la carne blanda. La mentira se extendió como una peste, en la tierra del sol y la luna.
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Y, así sucedió.
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